jueves, 12 de septiembre de 2013

HERBERT RODRÍGUEZ HABLA SOBRE EL MAC


El mal llamado Museo de Arte Contemporáneo de Barranco, más conocido como el MAC, se construyó sobre las cenizas de la otrora Lagunita, espacio público de particular belleza, hoy desaparecido. Donde antes los niños corrían libres o se divertían con los recordados "pedalones" en la pequeña laguna, ahora se levanta un insólito armatoste de fierros y paneles de drywall que ni siquiera cumple con aquello para lo que supuestamente fue construido: en lugar de una intensa vida artística, inclusiva y popular, lo que hay es restaurancito lounge-sushi-style al aire libre, espectáculos de títeres para hijos de las familias top de esta ciudad, fiestas y hasta recepciones post-matrimoniales. Los impulsores de este despropósito no levantaron un museo de arte, sino que se apropiaron del espacio público para construirse un Centro de Convenciones para sus eventos, más afines a la sección Sociales de Cosas que a cualquier escena de arte moderno del mundo. Pero mejor leamos este interesante artículo del pintor y activista cultural Herbert Rodríguez, acerca de este "museo": 

Visite Ud. el museo de la elite del Perú 
por Herbert Rodríguez (Blog Controversiarte)

Visite Ud. el museo de la elite del Perú, pero no se olvide que el MAC LIMA es ejemplo de mala práctica en gestión cultural. El MAC Lima, museo del arte de la elite del Perú, está levantado sobre un atentado cultural: la destrucción de La Lagunita. Este museo se presenta arrogante e incapaz de admitir errores y de pedir disculpas. Si la “cultura de la elite” se presenta soberbia y encerrada en sí misma no es extraño que muchos la vean con distancia, que les resulte indiferente o hasta les genere tirria y aversión. Y artistas plásticos y visuales aparecemos conformistas y cómplices del hecho consumado. 

¿Qué pasa?, ¿hemos perdido la capacidad de imaginar una realidad distinta?, ¿no aspiramos ya a un museo de arte que se relacione horizontalmente con la comunidad, un museo público cuya colección responda a la capacidad colectiva de memoria, reconocimiento y valoración de nuestra pluralidad de modos de creación artística? ¿Saben qué pasa?, sucede que no estamos en la década del 40. El abstraccionismo y su énfasis en la expresión individual correspondieron, por un lado, a la euforia modernista por la técnica, y, por otro lado, a la creencia del valor de la originalidad, la innovación constante y lo nuevo como mejor que lo tradicional (visto como lo antiguo y obstáculo al “progreso”). 

La euforia modernista por la técnica, es decir: las máquinas, corresponde al momento en que la ciencia y la razón eran vistas como la esperanza de mejora de la humanidad; ¿de dónde creen si no que viene ese afán de sintetizarlo todo en formas geométricas a semejanza de una máquina?, y, para dar un ejemplo, ¿qué es la pintura de Szyszlo si no volúmenes geométricos pero con su agregado de textura, atmósfera y color local o “ancestralista”? 

El énfasis exacerbado del valor de la originalidad(*) era para reforzar la visión del artista como ser proteico que maneja los demonios de la creación; sea como fuera, más bien era para distanciarse de lo social, dado que en el contexto de la Guerra Fría el enemigo era el comunismo, el cual hacía énfasis en lo colectivo y en la función social del arte... el abstraccionismo era el oponente ideológico al arte comprometido. Caído el muro de Berlín, finalizado el mundo bipolar (comunismo o capitalismo), surge la necesidad de reconocer que convivimos con la diversidad, emergen como temas centrales: la identidad cultural y los derechos culturales... y en este tema, el MAC es ejemplo de todo lo que no hay que hacer, es símbolo del pasado y de mala práctica en gestión cultural. 

La elite impulsora del MAC cree que su cultura es la referencia para medir todas las culturas del planeta, desde un plano de superioridad se pretende universal. ¿Puede esto seguir sosteniéndose en la globalización?, hoy convivimos con las distintas culturas del planeta, surge la necesidad de la interculturalidad, para celebrar la diversidad dejando de lado prejuicios etnocentristas. 

(*) Con la originalidad viene también la oposición “lo nuevo versus lo antiguo”; por eso la idea de la innovación constante, por eso la creencia de que lo nuevo es mejor que la tradición. Con la originalidad viene la subordinación de las culturas cuyo sistema de valores no pone como central el cambio constante; y de la originalidad viene el rechazo a la obra producida en serie (sea grabado, Diseño o “artesanía”). La originalidad, entonces, es un símbolo de distinción... en el fondo no es más que ignorancia etnocentrista.

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