sábado, 7 de mayo de 2011

¿DE QUÉ SE EXTRAÑAN TANTO?


Las reacciones de la prensa comprada por Keiko Fujimori frente a la agresión explicable aunque no justificada del "periodista" Jaime de Althaus son tan exageradas como manipuladoras. Una excelente colega y mejor amiga lanza una pregunta válida ante esta sorpresa, desde la óptica de quienes creemos que la carrera periodística viene siendo desnaturalizada desde hace décadas por personas que, sin tener vocación de servicio ni de difusión objetiva de valores como la justicia y la no discriminación, forman parte de las causas de esta tensión social que, en momentos específicos como esta campaña electoral marcada por prácticas innobles para el verdadero periodismo, explota en criticables pero comprensibles manifestaciones de violencia... gracias por la colaboración...


¿DE QUÉ SE EXTRAÑAN TANTO?
por Licenciada Yvette Irán Ubillús Mimbela

El día de ayer a la salida de su programa, el conductor del espacio político La Hora N, Jaime de Althaus, fue agredido por una turba de aproximadamente cien personas que golpearon su auto y le impedían retirarse del lugar.

De inmediato su similar de América Televisión, Rosa María Palacios transmitió el video de la cámara de seguridad y aseguró que los responsables del hecho eran Humalistas. Además acotó que esta situación era similar a las que se ven en países como Bolivia y Venezuela y pidió al candidato de Gana Perú informar si estos hechos violentos continuarían afectando a personas inocentes, que solo cumplen con su trabajo de periodistas.

Lo primero que me gustaría expresar es mi opinión de que ninguna manifestación de violencia puede ser justificada, que me parece un acto negativo, que no debe repetirse en contra ninguna persona, y que espero que se esclarezcan los hechos.

Dicho esto, me gustaría preguntar a los lectores, televidentes y también a aquellos que en medio de la desesperación pierden la calma hasta llegar a la violencia que no soluciona nada: ¿de qué se extrañan tanto? ¿De la conducta de estos personajes?

Hay hechos que explican claramente aquello a lo que se dedican estos personajes de la televisión peruana: ambos son conductores de programas políticos muy difundidos, por señal de cable y abierta, tienen extensas y notables carreras pero no son periodistas. Si bien es cierto, esta carrera empezó como un oficio que se aprendía en las redacciones y en la calle, eso no quita que para ejercerla con decoro deba existir una vocación detrás de la elección de ser un informante de alto nivel de aquello que la gente tiene derecho y deber de conocer. Un informante libre, responsable y veraz de los hechos.

Por ello grandes profesionales de otras carreras pueden escribir desde su conocimiento particular, pueden conducir programas y dirigir medios si se les da la oportunidad, pero no pueden sentir el ímpetu de aquellos que nos formamos con un ideal y que, aunque lo hayamos visto muchas veces traicionado por malos elementos, no perdemos las ansías de ser respetados por nuestro trabajo.

Es ahí donde se reconoce a los periodistas: cuando son despedidos por no ceder a las presiones políticas y los intereses comerciales; cuando se niegan a vender su conciencia por una retribución abultada de dinero. Cuando se dedican a una segunda profesión para sostenerse con dignidad, sin traicionar sus convicciones aún cuando no se hagan famosos, ni tengan espacios diarios en los medios de comunicación masiva. Todo lo que no son ni Jaime de Althaus, ni Rosa María Palacios.

Pero también tengo la misma pregunta para ellos y todos sus similares: ¿de qué se extrañan tanto? ¿De qué la gente esté harta de su trabajo poco ético pero bien remunerado?

Pero si eso es justamente lo que ellos están gestando conjuntamente con los grupos de poder de este país, una presión social que llega al desborde ante su descarada evidencia y su manipulación sofocante. Si ellos son artífices de ese rechazo de la gente hacia los medios por el pésimo uso que le dan a favor de sus intereses grupales y personales.

Hablan de repudiar la violencia y ellos violentan los hogares a diario con sus incesantes acusaciones bien producidas en las oficinas de los directivos, con la desinformación y la calumnia; con el desprecio y la discriminación que ejercen desde su lenguaje corporal hasta el trato diferenciado a sus entrevistados. Se hacen los civilizados y correctos cuando juegan a tirar la piedra y esconder la mano, a desesperar a los que no tienen los vínculos de poder que ellos para contestarles al mismo nivel y entonces cuando pierden el control los filman, lo etiquetan y los satanizan.

Señores así está el Perú, así lo retratan sus medios más poderosos, me pregunto entonces a mí misma: ¿De qué sirve la producción de un video con tecnología de punta mostrando la "Marca País", promocionando el Perú, ese país de todas las sangres, de todas las mixturas, de todos los sabores. ¿De qué se trata entonces? Si en casa no nos creemos eso ni de cuento.

Este país tiene un potencial desatendido, desperdiciado y olvidado, que justamente esos que se creen mejores que los demás se han empeñado por mantener así, oprimido. No existió en el Perú una conciencia social visionaria que se diera cuenta de que el aprovechamiento de unos pocos no podía durar para siempre aunque por lo largo de su historial parecía que lo tenían logrado.

No existió nunca entre los gobiernos y los grupos de poder un interés legítimo de modernizar al país porque eso no les conviene a los que mandan con sus medios, con sus inversiones, con sus capitales y con sus compañías; con su consigna triste y mezquina de: "pagar poco para ganar más, pagarle más a unos pocos para que controlen a los que son más".

Si fueran menos cínicos y más competentes de lo que se muestran en cámaras y detrás de ellas, se habrían dado cuenta de que la gente despierta, se cansa, se harta; se habrían dado cuenta de que aunque el miedo masivo les ayuda a confundir a la población, hasta convencerla de votar en contra de sí misma, eso no puede durar para siempre y que sus infamias también tienen fecha de vencimiento.

Si fueran tan inteligentes, tan civilizados y tan demócratas, dejarían de entretener con baratijas a la población y le darían más producción de calidad, para formar mentes independientes capaces de diferenciar entre lo positivo y lo negativo, les darían más cultura en lugar de tratarlos como ignorantes eternos y los harían más libres, menos resentidos y definitivamente menos violentos.

Por eso les pregunto otra vez: ¿De qué se extrañan tanto?

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