jueves, 7 de mayo de 2009

EL MUNDO AL REVÉS


Cada vez que un escándalo de corrupción explota en las pantallas y primeras planas de los principales medios de comunicación convencionales, las calles se inundan de un precario sentimiento de indignación, un desánimo generalizado pero nada perceptible para quienes se protegen detrás de un título, un puesto en el gobierno o alguna otra cobertura casi siempre caracterizada por tener fuerte influencia económica y/o política, patente de corso para la impunidad y el desparpajo de aquellos personajes que, sin sangre en la cara, aparecen y desaparecen sin que las consecuencias de sus actos afecte realmente la cómoda - y muchas veces infecta - burbuja en la que viven.

Y esa indignación del pueblo - esa palabra que tanto ponen en sus labios los sinvergüenzas que protagonizan los mencionados escándalos de ocasión - es, como digo, precaria, porque lamentablemente no resulta lo suficientemente fuerte como para generar una reacción ante tanta evidencia. Es asombroso ver cómo la poderosa maquinaria de aturdimiento y distracción que opera ya no solo desde los medios de comunicación, sino prácticamente desde cada hogar, empresa, institución pública o privada, anestesia de inmediato el dolor y lo que debería producir levantamientos, protestas y despertares no pasa de ser la breve anécdota originada por aquella noticia curiosa que, como diría Héctor Lavoe, se convierte con el pasar de unas cuantas horas en "materia olvidada".

Ver al alcalde de San Miguel dirigiendo tímidamente la mirada a las cámaras y diciendo, casi susurrando, al mejor estilo del mejor Carlos Carlín en la época de oro de los Pataclaun, "yo les pregunto a las amas de casa si tiene algo de malo vivir ajustado" (sic) en medio de su increíble y estrambótico intento de explicar cómo es que en 7 años de burgomaestre ha conseguido dos departamentos en San Isidro, una casona en Asia y un terreno enorme en Magdalena - sin contar las camionetas, los viajes, etc. - resulta de una vulgaridad tan alevosa y agresiva que ya termina siendo preocupante no ver al pueblo sanmiguelino, ese que él tanto menciona en sus discursos de medio pelo y que tanto lo apoyó en sus dos períodos, ir en tropel hacia las puertas de la municipalidad para darle escarmiento en plaza pública.

Por otro lado, asistir ciegos, sordos y mudos al circo parlamentario que, algunos meses después de acallar aquella campaña cibernética titulada Adopta un Congresista, esa que buscaba explicaciones con respecto a los gastos operativos, con el ahora lejano caso de los petro-audios, se aumenta nuevamente los ingresos a través de sendos vales de combustible y de pasajes aéreos, contando con la anuencia y la pasividad del ciudadano de apie, que siente en la piel la impotencia de no poder hacer nada... "qué le vamos a hacer pues, así son las cosas". ¿Qué hacemos ahora? ¿los adoptamos de nuevo?

Siempre surge una manera efectiva de ignorar las verdaderas preocupaciones del mentadísimo pueblo. La gripe porcina por ejemplo, que levanta muros de desesperación y de psicosis cuando a pocos minutos del centro empresarial de San Isidro, mueren cientos de niños al mes no solo de gripe común, sino también de VIH, TBC, entre otras enfermedades 100% controlables en países desarrollados. O sino, los goles de Claudio Pizarro, otrora evasor de impuestos y ahora halagado y endiosado nuevamente por nuestros colegas de la prensa deportiva mientras un club hace arreglos millonarios por lo bajo y defrauda al fisco y un dirigente se las ingenia para permanecer amarrado a la silla de la presidencia de la FPF.

¿Cómo podemos aceptar el lema del gobierno "El Perú Avanza" cuando vemos que una multimillonaria empresa transnacional como Repsol evade con facilidad su responsabilidad social después del terrible accidente provocado por uno de sus camiones de balones de gas, que ha dejado a un pequeño con más del 90% de su cuerpecito quemado, sin recibir ninguna clase de presión desde el gobierno? ¿No se supone que los políticos defienden a diario los intereses del pueblo? ¿Es posible avanzar en un país que permite eso, con "periodistas" que utilizan sus sintonizados espacios para solicitar ayuda a las personas de buen corazón en lugar de exigir a este imperio de hidrocarburos que destine uno o dos días de sus rentas a rescatar - parcialmente porque el trauma no se lo quita nadie - a este niño del infierno en el que ahora se encuentra?

No cabe duda que estamos en el mundo al revés, pero ya sea desde una bitácora casi anónima como esta o desde las altas tribunas de quienes, con mayor autoridad moral y poder de liderar opiniones levantan la voz, seguiremos dando batalla a este sistema que privilegia la impostura, el padrinazgo, la discriminación y el favoritismo y denosta la solidaridad, el bien común y los altos ideales ante la idea de que el progreso de unos cuantos constituye el progreso de todos.

Las injusticias y los desequilibrios en los que vivimos deberían producir cuestionamientos más pesados en el ciudadano común, que trasciendan el conformista comentario de sobremesa o la broma lanzada de soslayo en conversaciones de esquina. O será que estamos tan confundidos que ya no sabemos qué es verdad y qué es mentira. Como dice Fito Páez: "habrá que declararse incompetente en todas las materias del mercado o habrá que declararse un inocente o habrá que ser abyecto y desalmado...". Hasta la próxima...


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